En la gran mayoría de las bodas españolas hay un factor en común: los invitados disfrutan de mucho espacio para moverse. Que corra el aire, que dirían en mi pueblo. Pero ¿qué pasaría si metemos a los invitados de una boda en un espacio lo suficientemente escueto como para no poder evitar la interacción con el resto de invitados? Piensa…
Y eso fue lo que propusieron exactamente Elena y Jorge: una ceremonia-coctel-cena-baile-fiesta co-creada, literalmente, por todos. Todos juntitos entre el suelo y el cielo. La coqueta terraza-ático del Hotel Las Letras. Literalmente, los novios pusieron a Dios por testigo de su sagrada promesa de amor. Una puesta en escena así transmite un mensaje muy alto, muy claro, muy literal: hoy, somos uno y venimos a crear esto. TODOS somos uno, no solo los novios.
Una de dos: o es una propuesta arriesgada de narices o los novios conocen muy bien a su gente. Y acertaron de lleno. Llevo un par de centenas de bodas a mis espaldas y pocas veces he vivido y sentido una energía grupal tan hermosa. Gente alegre por todos lados, todos mezclados, todos amando el momento. Fue simplemente hermoso. Amor puro.
Hallelujah.
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