Me apetece empezar el año con Cristina y Jorge. Con su fe en mis inicios como videógrafo hace unos años, con su belleza exterior e interior, con su paciencia, con su sentir. Viéndoles parece que el mundo se para para observar su paso, como si su vida fuera pluscuamperfecta. No es el caso, obviamente. Pero da lo mismo: ellos llevan mil años juntos, a lo suyo, y te cuentan su primer beso como si hubiera sido justo el anterior, celebrando la vida, incluso convirtiendo los pequeños lapsus de la memoria en algo digno de envasar para la eternidad.
Jamás les olvidaré.
Al igual que esta boda marcó el inicio de mi andadura como videógrafo, esta temporada huele a nuevos tiempos, nueva etapa, nueva vida. Con ellos brindo por todo lo que ocurrió y por todo lo que vendrá.
Disfrutad.
P.D. Para los curiosos, la historia corta está en esta entrada. ¡Menuda carta de amor! No soy digno…