Admitámoslo: todos somos un poco canallas. Y si no lo somos, deberíamos serlo. Solo un poco, en plan Coque Malla, un puntito con el que desear y provocar ese enganche con el ser amado. Es aceptable también que si uno mata a hierro, muera a hierro – así que se acepta el ‘efecto espejo’ en este juego del amor.
Y en eso están Javier y Raquel, que llevan toda una vida dándose caña de la buena, de la rica, cada uno en su estilo y con sus armas. Raquel desde su mirada traviesa y su verbo vivaracho, y Javier desde su silencio, camuflando su astucia tras el gesto de un galán de Chicago en plena Ley Seca. Nada, nada – no me engañan: ambos son cara y cruz, uña y roña, sal y pimienta de una misma ensalada que sabe rica, rica, rica.
Y además son fotógrafos. Bueno, él lo es, pero ella no le va a la zaga y parlotea de lo lindo de lo nuestro. Y entre comilonas, paseos por el bosque e idas y venidas por los pueblos de su juventud, el tiempo se nos pasó volando. Cuando nos dimos cuenta, corríamos tras el sol con cierto apuro. Se nos hizo cortísimo – buena señal. “Yo quiero más”, pensé. Ellos, ídem de lo mismo. Así que para cuando el sol estaba ya durmiendo quisimos robarle unos instantes más al día, pero se nos escapó de entre los dedos… No hay problema: se los robamos a la joven noche, que aún se estaba quitando las legañas de su invertido letargo. Yo quiero más.
Disfrutad.
Not Found.
We couldn't find what you were looking for.
Check out Our Home Page