Llevo pocos años viviendo en Chinchón y muchos años viviendo como fotógrafo. Vine aquí porque encontré un hermoso lagar del siglo XVIII que hoy es mi hogar, mi estudio, mi cueva. Los pueblos son pueblos: te gustan, o no. A mí me gustan (y mucho), y es imposible negar que Chinchón tiene duende, pero lo que no me esperaba es encontrarme una gente TAN maravillosa, TAN volcada conmigo, TAN de verdad. Obviamente, no son todos, pero sí más que suficientes…
…y entre ellos destacan Rebeca y David. Y Cristina, la hermana de David. Cristina, mi Cris, me adoptó nada más llegar y se convirtió en una especie de ángel guardián, y ahí sigue. Y de su mano vinieron su hermano David, hombre recto, sencillo y honorable, buena gente. De los que solo hablan para mejorar el silencio, ¡ahí es ná! Y Rebeca, caso aparte, la chispeante, la alegría de toda huerta, mujer de mirada azul y profunda, solo eclipsada por su eterna sonrisa. A ellos les debo momentos maravillosos y una amistad linda que se forjó a raíz de toda esta aventura.
Fue un placer y un honor hacer esta boda. En mi pueblo. Con mi gente. En mi hogar.
Disfrutad.
P.D. Su preboda, aquí.
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